viernes, 29 de abril de 2011



Uno de los elementos más singulares del patrimonio cultural arandino lo constituye una extensa red de bodegas que, a diferencia de otras poblaciones vitivinícolas en las que estas construcciones se enclavan en un cerro, recorren el subsuelo del casco urbano. Una compleja obra de ingeniería cuyos orígenes se remontan a la Edad Media, concebida con el fin de elaborar y almacenar las grandes cosechas de vino que se producían en la villa y que, gracias a una perfecta ventilación a través de las escaleras y las zarceras, mantiene todo el año una temperatura de entre 11 y 13 grados y un nivel de humedad constante.
Se trata de una intrincada tela de araña de galerías subterráneas excavadas a una profundidad de entre 8 y 13 metros, con una altura de entre 2,5 y 3,5 metros y con más de siete kilómetros de longitud total que perdió su función primigenia con los cambios tecnológicos aplicados a la vitivinicultura a partir de mediados del siglo XX con la aparición de las cooperativas.
Una situación que condujo al abandono de muchas de ellas, en algunos casos a su reconversión como sede de agrupaciones festivas y un conjunto del que en las últimas décadas han desaparecido bodegas, otras muchas han sido reformadas y en un número menor han sido exhumadas naves dentro del complejo entramado que se vislumbra en el subsuelo del núcleo histórico y que aún no se ha conseguido desentrañar.
Consciente de la entidad histórica y etnográfica de este conjunto, y del potencial económico que puede representar ante el auge que está experimentando el enoturismo y la certificación de la Ruta del Vino Ribera del Duero, de la que constituye uno de sus principales activos, la Concejalía de Promoción Industrial, Desarrollo y Turismo diseñó u n plan global de valorización turística de este patrimonio de la arquitectura enológica. Unas actuaciones que vienen a sumarse a la puesta en marcha del Centro de Interpretación de la Arquitectura asociada al Vino (Ciavín), la musealización de la Bodega de las Ánimas y a una ruta turística por las bodegas más singulares de la ciudad.
Tras la primera aproximación al estudio de este complejo que supuso en 1982 la publicación del libro Viñedo, vino y bodegas en la historia de Aranda de Duero, por Javier Iglesia y Alberto Villahoz, el primer fruto de esta iniciativa municipal ha sido la realización de un inventario, que se venía reclamando ya desde que se redactó el Plan Especial del Conjunto Histórico en el año 1990. Un trabajo elaborado por Terracota Ingenieros y que ha arrojado un poco más de luz sobre este misterioso complejo, elevando por ejemplo a 135 el número de cavas de las que existen referencias actualmente, agrupadas en siete corros distintos y con la novedad de reconocer un nuevo en la Plaza Mayor, ámbito que se presumía a priori exento de bodegas, cuando hasta ahora se tenían catalogadas solamente 120.
Sin embargo aún queda mucha labor por realizar, ya que se desconoce por completo el estado de conservación de 58 de estos inmuebles y su valor etnográfico al no haber podido ser visitados por la negativa de los dueños o imposibilidad de acceder a ellas. A ello se suma que tan solo se ha topografiado una docena de estas galerías, trabajo iniciado por el Ayuntamiento en 2008, con lo que sería conveniente continuar avanzando en esta línea.
El estudio revela que de las 77 bodegas que pudieran inspeccionarse, 44 bodegas presentan un buen estado de conservación, el de 28 es deficiente y cinco están en ruina parcial. En el 40% hay derrumbamientos, humedades en un 56%, deficiencias en la instalación eléctrica en un 38%, problemas de ventilación en un 9%, deterioro de elementos constructivos en un 19%, acumulación de suciedad y escombros en un 39% y la utilización de elementos constructivos no adecuados en un 61%.
Resulta significativo que 50 de estas cavas tienen al menos una conexión con otra bodega a través de respiraderos, ventanas, puertas, pasadizos, redes, paredes tapiadas o unidades entre sí, y en 9 ocasiones hasta con tres bodegas diferentes.
En cuanto a la propiedad, el 76% son de titularidad individual y solo el 24% son colectivas, incluyendo las peñas, aunque es muy difícil obtener datos fiables ya que la propiedad tradicional basada en «sitios de cuba» se ha ido perdiendo con los años y solo el 9% de los propietarios posee escrituras.
Al margen del incontestable interés histórico del conjunto, según el inventario las bodegas de mayor interés etnográfico se encuentran localizadas en los corros de C/Isilla, Cascajar y Barrio Nuevo (Tía Fermina, De Rico, Don Juan, Higuera y Los Martínez), Santa María (El Bolo y Tío Follelle) y Ricaposada y San Gregorio (Frailes de Corazón de María), todas ellas con buen estado de conservación, excepto la bodega Higuera, que puede considerarse deficiente. Otras siete cavas tienen un interés notable, el 74% se valora como medio, mientras que en 13 de ellas es bajo por el grado de alteración e irreversibilidad que han sufrido en su configuración original.
Para la concejala de este área, Mar Chamorro, el inventario constituye «un instrumento de gestión fundamental para lograr la protección de todo es complejo y arbitrar un programa conjunto entre Administración y propietarios con el fin de obtener apoyo y asesoramiento para su rehabilitación».
En esta línea se ha planteado a la Junta de Castilla y León la inclusión de este trabajo en el inventario de bienes del patrimonio cultural de Castilla y León, de cara a acceder a fondos públicos, e iniciar el expediente de declaración de estos elementos como Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Etnológico, tal y como planteaba el equipo redactor del inventario.
La incoación obligaría a incorporar al planeamiento urbanístico vigente un instrumento de protección específico para este patrimonio, del tipo de un Plan Especial. Una ordenanza que debería determinar los usos compatibles con la adecuada protección de los caracteres históricos, etnográficos y estéticos que han heredado estos bienes, ya que actualmente la normativa del Plan Especial de Reforma Interior, Conservación y Valoración (PECH) del Casco Antiguo considera óptimo mantener su uso original, al tiempo que contempla un posible cambio de uso siempre que lo admita su estructura.
Una ordenanza que tendría que regular los protocolos y actuaciones tanto en el ámbito de la edificación como en el de la rehabilitación, determinando directrices en la utilización de materiales, técnicas y calidades a emplear, así como prescripciones en actuaciones de urbanización y de ordenación del espacio público. También se recomienda que determinara actuaciones de obligado cumplimiento a adoptar en los inmuebles, especialmente las relacionadas con la restauración de la circulación de aire, y que consignara líneas de asesoramiento municipales y de subvención para los trabajos de rehabilitación.
En el conjunto de la arquitectura del vino de Aranda, no existe en estos momentos protección específica de estos bienes fuera del ámbito del PECH, que otorga actualmente un grado de protección urbanístico al principal conjunto de bodegas en el aspecto constructivo, ya que garantiza su protección estructural frente a la edificación de sótanos y semisótanos, si bien no ordena otros aspectos relacionados con la rehabilitación definitorios en su conservación e interés histórico.
Sin embargo queda fuera de protección parte del corro de Ricaposada-San Gregorio, por lo que se ha planteado la necesidad de ampliar el alcance espacial del PECH a las áreas delimitadas con presencia de estos bienes que ahora están fuera, del tal manera que se actualice el catálogo de bodegas existente con el inventario.
Mar Chamorro subraya que las bodegas necesitan de toda la atención para preservarlas «porque algunas de ellas han sufrido derrumbamientos, otras tienen importantes problemas de humedad, otras tienen los accesos totalmente tapados y es imposible acceder y otras se encuentran en un considerable estado de deterioro».

PLAN DIRECTOR. En este sentido los redactores del inventario precisan la necesidad de que, con independencia de los regímenes de protección legal que se apliquen y su grado de implantación en el tiempo, el manejo de este conjunto etnológico se articule mediante la redacción de un plan director que establezca los objetivos de actuación, prioridades en su desarrollo, montantes de inversión y nivel de excelencia, a alcanzar en un plazo de tiempo determinado.
Asimismo, además de algunas consideraciones técnicas de cara las rehabilitaciones o de posibles usos compatibles con el tradicional (negocios de restauración y hotelería, vinotecas, visita y exhibición, actividades culturales o uso recreativo), se considera preciso abordar una fase de catálogo que complemente el inventario, se propone crear la marca ‘Bodega Típica de Aranda’ y articular rutas de visitas.

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